viernes, 4 de julio de 2014

Mi Infacia

Cuando el individuo se pregunta ¿Quién soy?, el origen de la respuesta está en esos primeros pasos, en la infancia: Quien soy, a donde voy, no lo sé, solo pienso que camino por la playa viendo el mar, ahora no recuerdo si fue un amanecer si fue un atardecer, si era primavera, verano, otoño o invierno, si caminaba rápido o lento, solo sé que caminaba hacia algún lugar que era mi destino, y al final del camino estabas tú. Ahí me encontré contigo, sería que te conocí o te reencontré, solo sé que estabas tú y que tú presencia iluminaba el final de mi camino, mi destino.

Pero ahora que han pasado los años el recuerdo es difuso, pero a la vez real, porque sé que existes, que fuiste parte de mi vida, que no puedo vivir sin recordarte, que todos esos momentos que pasamos juntos, son recuerdos imborrables y perdurables. Quizás recuerdes esa tienda de indios y el disfraz de "toro" el amigo del llanero solitario que me puse, o será que te recuerde porque existe la foto, que se perdió en el embargo, en el extravío. Y que tal el viaje a Oaxaca y a las pirámides con mis hermanas Aurora y Charo, los juegos con mis amigos Julio, Carlos, Ricardo y Cacho, sumándose a veces mi hermana Quety a pesar de mis objeciones. 

Recuerdo caminando al parque, patinar en patines de fierro, rompiendo los zapatos, con los pantalones o rodillas rotas, pero en la cara mía y de mis amigos la felicidad dibujada. Veo mis manos sucias de las caídas, el codo raspado, alguno que otro moretón, las constantes descalabradas, el brazo metido en el rodillo de la lavadora, la rama en diciembre, las carreras alrededor de la casa, el sudor corriendo por mi piel, y el sol que se oculta detrás de las casas, anunciando que el telón baja, que terminó la representación de ese día, y que el baño con estropajo espera paciente sabiendo que su cliente de todos los días no tarda en hacer su entrada triunfal. Después la cena de arroz con frijoles como obligación y tu compañía presente para hacerme sentir actual. 

Que mucho recuerdo es mis ingles de ladrido de perro, junto a mi Madre que me tomaba la clase y a ella cosiendo o remendando alguna calceta que por tu culpa rompí. Ella que fue y la que ha mantenido más tu presencia en mí. La que vino de Mallorca y que con su trato, su amor y cariño me forjo. 

También presente estaban mis hermanos mayores Mario y Jorge, quienes no dejaban de recordarme que tú estabas conmigo, aunque a veces se les olvidaba. Ellos me llevaban contigo al fútbol y al beisbol, eran mucho mayores que yo, ¡como los admiraba!, ¡eran mis ídolos! Durante el resto de mi existencia me han enseñado lo bueno y lo malo de la vida. 

Mis hermanas mayores Aurora y Charo me cuidaban pensando que tú tenías la culpa que mis padres me consintieran, pero a veces creo que hoy en día se les olvida que ya no estás conmigo, me siguen cuidando como si todavía estuvieras en mi. Me gusta que sigan pensando eso, porque el cariño y el afecto de niño perdura al igual que con mi hermana menor. 

Temprano a dormir que al otro día temprano despertar, la yema con azúcar y el chocomilk para desayunar, porque la escuela hay que asistir. Mi padre, mi querido padre, mi inolvidable padre,- ¡cómo te extraño!-, a veces se le olvidaba tu presencia y no entendía que no quería ir a clases, pero me enseño que bajo ningún pretexto, ardid o trampa tendría que faltar a mis deberes, que por cierto siempre recordaba que era mi única obligación, se le olvidaba que tenía un compromiso contigo, que tenía que disfrutarte y que de vez en cuando una pequeña des obligación no me hubiera hecho nada mal. Pero me acuerdo bien, lo cual quiere decir que al final de todo tú estabas ahí, me acompañabas y me hacías comprenderlo y entender que orgulloso estoy de él. ¡No te amarres el dedo antes de cortártelo!, ¡Cuando tu vas yo ya voy de regreso!, estas dos y muchas más eran sus frases predilectas que me decía. Me llevaba a misa, al panteón a ver a su padre y al Café de la Parroquia los domingos en la tarde, para disfrutarte me compraba mis cuentos de editorial novaro y los cigarrillos de chocolate 
Quién diera 

En la escuela, también me acompañabas y en muchos momentos, al principio, se hacía muy notable tu presencia, sin embargo nunca me defraudaste al contrario me entusiasmaste, me hiciste reírme muchas veces y sé que muchos profesores quedaron contentos que estuviera contigo. Recuerdo los golpes y las trompadas que me daba por defender mi supuesta hombría que no pasaba de eso pues al final de todo, golpeado, arañado pero orgulloso regresaba a ti. Muchos años contigo a tu lado recorrí los campos de fútbol, los de tierra, los de pasto, los de cemento, los de la calle, haciendo paredes con las banquetas, ganando y perdiendo, enojándome y sonriendo, festejando un gol, un triunfo, un campeonato, siempre tu conmigo, fueron los mejores momentos de mi vida, con decirte que alguna vez hasta en hombros salí, e incluso recogebolas de los Tiburones Rojos fui gracias a ti. 

Cuando pasaron los años te fui perdiendo, poco a poco inexorablemente, pareciera que tenía prisa por dejarte y muchas veces sentí vergüenza de ti y me apresuraba por abandonarte. Te dejé con una mezcla de urgencia de atrapar a otra y con un dejo de añoranza que rápidamente se me olvido, porque así lo quería, quería olvidarte. 

Hoy en día cuando veo el futbol, muchas veces apareces, vuelvo a estar en tu presencia, vuelvo a comportarme contigo como tu amante, es por eso que hoy casi al final del camino, te recuerdo y me recuentro contigo, mi amada, mi estimada, mi recordada y nunca bien ponderada, niñez. Mi amada infancia (Remes Ripoll Juan Mario 2004).”

Pasaje de: Remes, Juan. “tesina.” iBooks. 
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