Este tipo de día ayuda para la meditación, para la reflexión y hasta para la introspección. Vamos en el tiempo para delante y para atrás, pasando por lo actual, comprendiendo y asimilando, todo lo que pasa en la vida, tomando distancia, respirando pausado, observando con detenimiento, recordando cada detalle de lo sucedido, una pausa, un alto, un estar quieto, un instante, un punto de inflexión.
Medita uno sobre la vida, sobre lo particular, sobre el entorno, sobre el mas allá y sobre el más acá, sobre un posible destino, lo que se hizo, lo que no se hizo, quizás hasta lo que se puede hacer. Las cosas que pasan en la región donde se vive, sobre lo que sucede o puede suceder en este planeta que nos toco morar.
El cielo nublado hace que se nos antoje una taza de café, quizás hasta un tequila o una copa cognac, si se fuma, un cigarrillo o un buen puro, una pipa para verse intelectual, también puede ser un buen día para leer un libro, un articulo editorial o un reportaje, ver una película o escuchar la música preferida, Lo nublado trae la calma, apacigua los impulsos, aquieta el alma, amortigua la desesperación, sosiega la angustia.
Aprovecho un día así, para hacer más intensa mi oración, ver y sentir como la creación también se adormece, como los ruidos languidecen, contemplar como las nubes bajan lentamente para sumarse a mi plegaria, para llevar mi suplica y mi alabanza a los cielos donde domina mi Señor.
Día nublado, día para meditar, contemplar y reflexionar. Ya saldrá el sol, mientras disfruto de una día como a mi me gusta. Silencio. Mi alma reposa. Dios está conmigo en mi corazón. Como Jesús en la montaña, como los monjes en el Carmelo, como Cristo en el desierto.
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