lunes, 19 de enero de 2015

Filosofía Aristotélica

Filosofía Aristotélica:
Aristóteles  sucede a Platón en el pensamiento filosófico y entra en escena, principalmente, con su “Ética a Nicómaco”  de la cual se anota lo siguiente:
Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parecen tender a algún bien; y por ello definieron con toda pulcritud el bien los que dijeron ser aquello a que todas las cosas aspiran". ……Siendo como son en gran número las acciones y las artes y ciencias, muchos serán por consiguiente los fines. Así, el fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el navío; el de la estrategia, la victoria, y el de la ciencia económica, la riqueza. (Foucé, 2001 libro 1,1).
Por lo que siguiendo con la misma idea el fin de la ciencia contable es la exactitud y la honradez.
.           Para Aristóteles  la felicidad es el bien último al que aspiran todos los hombres por naturaleza y entiende como felicidad, una vida buena.  Sin embargo, la idea es relativa porque no todos los humanos tienen el mismo concepto de vida buena o de felicidad, de tal manera,  lo que para uno puede ser el placer,  para otros pueden ser las riquezas y para otros más, pueden ser los honores.
Él sabía que la ética no puede ni debe ser una ciencia pues no depende de una definición sino de una reflexión. Por lo tanto,  cada cosa tiene su función en la vida, por ejemplo, la cama para dormir, el refrigerador para enfriar, etc. Y si esto lo hacen bien, entonces tienen la virtud que les es propia; si la cama es buena y se descansa, cumple con su virtud; si el refrigerador enfría bien, entonces tiene su propia virtud.
El hombre por lo tanto tiene que encontrar cuál es su función y si la realiza bien será un buen hombre, en caso contrario será un mal hombre. Si realiza bien su función será feliz porque por naturaleza sus actos serán buenos y virtuosos, por el contrario será infeliz si su naturaleza realiza actos contrarios a la bondad o a las virtudes.
Ahora bien, las tendencias apetitivas del hombre acordes a su naturaleza animal junto con las tendencias intelectivas acordes a su naturaleza racional, hacen que este ente compuesto de alma y cuerpo, reúna dos formas de comportamiento y dos tipos de virtudes: las éticas y las dianoéticas. Las primeras propias de su parte apetitiva y volitiva y las segundas de su parte intelectiva o diánoia[1].
Siendo, pues, de dos especies la virtud: intelectual y moral, la intelectual debe sobre todo al magisterio su nacimiento y desarrollo, y por eso ha menester de experiencia y de tiempo, en tanto que la virtud moral (ética) es fruto de la costumbre (éthos), de la cual ha tomado su nombre por una ligera inflexión del vocablo (éthos). (Fouce, 2001  libro 2,1)
En el terreno de la ética Aristotélica, para determinar cuáles son las virtudes propias de la ética se analiza la acción humana mediante tres aspectos: la volición, la deliberación y la decisión. A lo largo de la vida se va forjando el carácter (éthos). Cuando se quiere algo se delibera sobre cómo conseguirlo, en el entendido que el hombre por naturaleza solo quiere el bien. Aristóteles no le presta mucha atención a lo volitivo, a la voluntad, sino a la deliberación de qué medios usar para lograr lo que se quiere, la reflexión de qué forma lograr el objetivo, las opciones disponibles. Después de esta deliberación se toma la decisión, si  fue buena se repite hasta “automatizarla” o sea hacerla un hábito para similares ocasiones.
Es entonces cuando el filósofo griego concluye que,  no me porto bien porque soy bueno, sino que soy bueno porque me porto bien, y ese comportamiento lo vuelvo un hábito.
La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual, según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo. (Fouce, 2001 libro 2, 6)
Con relación a las  virtudes dianoéticas, éstas se determinan partiendo del análisis de las funciones racionales y cognoscitivas del alma, de la diánoia, de donde sobresalen tres funciones: la productiva, la práctica y la contemplativa.
La productiva es dominar un arte; la práctica deriva de la actividad del pensamiento que ve sobre la vida ética y política del hombre y le corresponde la virtud de la prudencia; la contemplativa o teórica es la virtud de la sabiduría.
Abundando en la segunda función, la práctica,  Aristóteles   decía que la prudencia es una virtud fundamental de la vida ética del hombre, sin la cual difícilmente se podrán adquirir las virtudes éticas.
Pero la tercera es la que sobresale, es la virtud dianoética de la sabiduría, que es el grado más elevado de las virtudes. La sabiduría sirve para determinar el bien y el mal, lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso.
Así entonces, en la evolución del pensamiento Socrático, Platónico y Aristotélico y  desde la más antigua cultura helénica,  el bien, el alma, y la moral eran búsqueda, reflexión y fin del hombre.  Búsqueda de la felicidad, una felicidad basada en hacer el bien.



[1]Aristóteles llamaba así a  las funciones intelectivas del alma. Dianoética, dícese del pensamiento a través de razones, discursivo, se desarrolla a través del análisis, la descripción, la justificación y de la argumentación,.

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