Es una
noticia que debería generar una reacción airada e inmediata de los mexicanos. A
39,222 maestros de nuestro país no los conocen siquiera en las escuelas en las
que supuestamente dan clases. Reciben su sueldo, pero no se presentan a
enseñar. A estos hay que añadir 30,695 que están comisionados o con licencia,
esto es, que hacen trabajos para el sindicato, para algún partido político o
para quién sabe quién, pero con salarios que pagamos los contribuyentes. Las
ausencias de todos ellos reducen las oportunidades de educación de cientos de
miles de niños del país.
Además de
los aviadores y los comisionados están los 113,259 maestros que, en lugar de
estar en las escuelas, se encuentran en "otros centros de trabajo".
En los padrones de maestros aparecen también 114,498 maestros que ya están
jubilados, se han retirado o fallecieron.
Por si
esto no fuera un exceso, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación no permitió que el INEGI hiciera el censo de maestros en escuelas de
Chiapas (41 por ciento), Oaxaca (27.4 por ciento) y Michoacán (27.3 por
ciento). En los colegios de estas entidades no sabemos realmente quién da
clases y quién no. Ante el rechazo debemos suponer que el número de aviadores
es todavía mayor al promedio.
En total
se han contado 1,128,319 plazas magisteriales en el censo nacional del INEGI,
pero como algunos maestros usufructúan varias plazas (los líderes sindicales
tienen a veces cinco o seis, a ninguna de las cuales se presentan a trabajar),
el censo ha registrado 978,188 maestros en escuelas públicas o privadas. Ante
estas cifras el número de aviadores, comisionados o ausentes es enorme.
Esto no
sólo es un fraude gigantesco contra los contribuyentes, que pagan impuestos con
la idea de que el dinero se utiliza, cuando menos en parte, para cubrir los
gastos de educación pública del país, sino para los mexicanos más pobres.
Aquellas familias que más necesitan una buena instrucción pública son las que
tienen que resignarse a tener a sus hijos en aulas atestadas y en que se
imparte una instrucción de baja calidad.
El total
de alumnos en escuelas censadas por el INEGI ascendió a 23,562,183. Si
consideramos 1,128,319 plazas magisteriales, esto significaría que en promedio
cada clase tendría 21 alumnos. Pero quienquiera que haya visitado alguna vez
una escuela pública se dará cuenta de que esta idea es falsa. Es muy común que
los verdaderos maestros, aquellos que sí dan clases, tengan 50 o 60 alumnos en
el aula con las consecuentes dificultades para mantener incluso la atención de
los pupilos.
El
secretario de Educación, Emilio Chuayffet, ha dicho que los maestros aviadores,
aquellos que sólo se presentan a cobrar pero no dan clases, serán destituidos.
Pero habrá que ver realmente si el gobierno federal se atreve o si tiene la
fuerza para hacerlo. Hemos visto a lo largo de los años cómo los gobiernos de
Oaxaca, y en particular el que en este momento encabeza el gobernador Gabino
Cué, no han tenido el valor de enfrentarse a los abusos del sindicato y
simplemente le han dado todo lo que ha exigido. Si un solo maestro es
destituido, habría que esperar manifestaciones, bloqueos y secuestros de
vehículos comerciales y de transporte público.
Parecería
muy sencillo destituir a quien cobra un sueldo de maestro sin enseñar. En
México, sin embargo, nada es sencillo. En muchos lugares los sindicatos tienen
todo el poder. No hay gobernante que se atreva a enfrentárseles. El fraude a
los contribuyentes y a las familias poco les importa
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