miércoles, 25 de marzo de 2009

domingo, 15 de marzo de 2009

La Isla en la Guerra de los pasteles.

Guerra de los pasteles
Uno de estos "pleitos" hace recordar la Guerra de los Pasteles, a la que indirectamente mencionó ayer Jaime Sánchez Susarrey en su artículo publicado en Noroeste, y que se refiere al hecho ocurrido en el siglo 19, cuando México por primera vez fue invadido por Francia porque unos vándalos, vestidos como soldados mexicanos, se comieron unos panes en la pastelería de un franchute y el Gobierno mexicano se negó a pagarle los 60 mil pesos en los que el franco estimó el daño.
Como en esos tiempos así se cobraban las deudas y las ofensas a las naciones, y para ello cualquier pretexto era bueno, de abril de 1838 a marzo de 1839, el Gobierno galo mandó 10 barcos de guerra que, fondearon frente a la Isla de los Sacrificios, después llegaron otros 20, para exigir el pago del citado pastelero y a otros comerciantes que aprovecharon el viaje por considerarse afectados por los movimientos revolucionarios mexicanos de la época.
Dado que el Presidente Anastasio Bustamante se negara a negociar la paz con el Embajador Antoine Deffaudis mientras hubiera fuerzas navales francesas frente a Veracruz, el comandante de éstas, almirante Bazoche, declaró bloqueados todos los puertos del Golfo, incautó a las naves mercantes mexicanas y comenzó un bloqueo que duraría 8 meses.
Los franceses exigieron que el Gobierno mexicano firmara un tratado de amistad, comercio y navegación que les concediera derechos preferentes, así como el pago de 800 mil, en el término de 30 días, de los cuales 600 mil serían para cubrir la liquidación general de los daños sufridos por los francos y el resto para pagar la indemnización de los gastos de la flota francesa anclada en la costa mexicana.
Contra San Juan de Ulúa
Como esas demandas se rechazaron, la flota invasora abrió fuego contra San Juan de Ulúa y la Ciudad de Veracruz, por lo que ambas plazas tuvieron que capitular; para liberarlas, el Presidente Bustamente envió una Fuerza Militar comandada por el General Antonio López de Santa Anna, quien todavía no era "Alteza Serenísima", pero ahí se hizo célebre porque, al enfrentarse a unos mil soldados galos, fue herido por un cañonazo y perdió una de sus piernas.
Estos son parte de los tristes recuerdos que se tienen de la Guerra de los Pasteles que, además, dio lugar a que nuestro país, apenas nacido a la vida independiente, por primera vez, fuera invadido por una de las más voraces potencias mundiales, desde entonces decididas a quitarnos nuestro territorio ó por lo menos, a controlar nuestros recursos naturales, y así siguen.