martes, 29 de septiembre de 2015

Doce Grados del Silencio

Doce Grados del Silencio

1.- Hablar poco con las criaturas y mucho con Dios.-
Silencio al mundo, silencio a las noticias, silencio con las almas.

2.- Silencio en el trabajo, en los movimientos.
Silencio en el andar, silencio de los ojos, de los oidos, de la voz, silencio del todo ser exterior. Silencio del recogimiento.

3.- Silencio de la Imaginación. 

4.- Silencio de la memoria.
Silencio del pasado, olvido, agradecimiento de la acción de gracias.

5.- Silencio de las creaturas.
Silencio del hablar interiormente con las creaturas. 

6.- Silencio del Corazón
Silencio de afectos, de antipatías, silencio de deseos indiscretos, silencio de lo exagerado, silencio de lo exaltado. El silencio del amor es el amor del silencio.

7.- Silencio de la naturaleza, del amor propio.
Silencio a la vista, de cosas corruptas, silencio del alma que se complace en bajezas, silencio a las alabanzas, a la estima. Silencio delante de los desprecios, de las preferencias, de las murmuraciones; Es el silencio de la humildad.

8.- Silencio del espíritu. 
Silencio de pensamientos inútiles, Silencio de la curiosidad, silencio del orgullo. Es el silencio de la sencillez, de la rectitud.  

9.- Silencio del propio juicio. 
Silencio relativo a las personas. No juzgar, no manifestar opinión, ceder con sencillez. Es el silencio de la bienaventurada y santa infancia. 

10.- Silencio de la voluntad
Silencio a los mandamientos, a las leyes.  Es el silencio exterior de la propia voluntad. Es el silencio del Abandono. Es el silencio de la crucifixión.

11.- Silencio consigo mismo.
No hablarse interiormente, no escucharse, no quejarse, no consolarse. callar consigo mismo, olvidarse de si mismo. Solo con Dios. 

12.- Silencio con Dios 
Ofrecerse a él. Adorarle, amarle. Es la union del alma con Dios 

martes, 22 de septiembre de 2015

Fray Junipero Serra

Beato Junípero Serra, (1713-1784).- 
«Siempre adelante, nunca hacia atrás». Este fue el lema de Junípero Serra, cuyas dotes intelectuales, celo misionero, bondad y paciencia, produjeron frutos en su nativa Mallorca, en México y en los Estados Unidos.
Nacido en Petra, Mallorca, el 24 de noviembre de 1713, Miguel José fue hijo de Antonio Serra y Margarita Ferrer, agricultores.
Después de la enseñanza primaria en los Franciscanos de Petra, Miguel marchó a Palma, la capital, e ingresó en los Frailes Menores en 1730, tomando el nombre de Junípero, en honor de uno de los primeros seguidores de San Francisco.
Ordenado sacerdote en 1737, Serra fue destinado a enseñar filosofía. Entre sus alumnos, hubo dos que fueron sus últimos colaboradores en el Nuevo Mundo, Francisco Palou y Juan Crespi.
Tras doctorarse en Teología en la Universidad del Beato Ramón Llull en 1742, Serra continuó enseñando filosofía y teología, adquiriendo gran fama como predicador.
En 1749, en unión de Palou, partió para el Colegio de San Fernando en la Ciudad de México. Temiendo comunicar a sus padres su próxima partida, Serra pidió a un fraile compañero suyo, que les informara sobre el particular.
«Yo quisiera poder infundirles la gran alegría que llena mi corazón», decía. «Si yo pudiera hacer esto, seguro que ellos me instarían a seguir adelante y no retroceder nunca». Les pedía que comprendieran su vocación misionera, y prometía recordarlos en la oración.
Poco después de su llegada a México, Serra sufrió la picadura de un insecto que le produjo la hinchazón de un pie y una úlcera en la pierna, de la que le resultó una cojera para el resto de la vida.
Tras unos meses en el Colegio de San Fernando, el Beato fue destinado a las misiones de Sierra Gorda al nordeste de la ciudad de México. Allí trabajó durante ocho años; tres de ellos como presidente de las misiones.
Llamado a la Ciudad de México, prestó servicio como maestro de novicios durante nueve años, y continuó su predicación en las zonas alrededor de la capital.
En 1767 los jesuitas resultaron ser expulsados de México y sus misiones de la Baja California encomendadas al Colegio de San Fernando. A Serra lo nombraron presidente de esas misiones, cuya cabecera estaba en la Misión de Loreto.
En 1769 la Corona de España decidió colonizar la Alta California, hoy Estado de California en los EE.UU. . Junípero fue nombrado nuevamente presidente.
Supervisó la fundación de las nueve misiones: San Diego (1769), San Carlos Borromeo (1770), San Antonio de Padua (1771), San Gabriel Arcángel (1771), San Luis Obispo (1772), San Francisco de Asís (1776), San Juan de Capistrano (1776), Santa Clara de Asís (1777) y San Buenaventura (1782).
En 1773, el Beato viajó a la Ciudad de México para entrevistarse con el Virrey Bucarelli y tratar de resolver los problemas que habían surgido entre los misioneros y los representantes del Rey en California.
La Representación de Serra (1773), ha sido llamada «Carta de los Derechos» de los indios. Una parte decretaba que «el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados, pertenecerían exclusivamente a los misioneros».
Durante esta visita a la Ciudad de México, Serra escribió a su sobrino, el Padre Miguel Ribot Serra, diciéndole: «En California está mi vida y allí, si Dios quiere, espero morir».
Ni siquiera el martirio del Padre Luis Jaime en la Misión de San Diego (1775), apagó su deseo de añadir nuevas misiones a la cadena de las ya existentes a lo largo de la costa de California.
En todas estas misiones, Junípero y los frailes enseñaron a los indios métodos de cultivo más eficaces y el modo de domesticar a los animales necesarios para la alimentación y el transporte.
Cuando fue capturado el indio que dirigía a los rebeldes en la Misión de San Diego, Serra escribió al Virrey, pidiéndole que perdonara la vida del indio.
Los que fueron capturados, resultaron ser eventualmente perdonados. En la misma carta al Virrey, Serra pedía que «en el caso de que los indios, tanto paganos como cristianos, quisieran matarme, deberían ser perdonados».
Él explicaba: «Debe darse a entender al asesino, después de un moderado castigo, que ha sido perdonado. Así cumpliremos la ley cristiana que nos manda perdonar las injurias y no buscar la muerte del pecador, sino su salvación eterna».
Junípero Serra pasó los últimos años de su vida ocupado en las tareas de la administración, la necesidad de escribir muchas cartas a las otras misiones, a la Iglesia y a los oficiales del gobierno en la Ciudad de México, con el ansia de fundar las misiones necesarias.
Trabajó con gran fe y tenacidad, aunque le iban faltando las fuerzas. Los indios le pusieron de apodo «el viejo», porque tenía 56 años cuando llegó a la Alta California.
Serra trabajó constantemente hasta su muerte, el 28 de agosto de 1784, en la Misión de San Carlos Borromeo, que había sido su cuartel general y se convirtió en el lugar de su descanso definitivo.
Los indios y los soldados lloraron la muerte de Serra; lo llamaban «Bendito Padre». Muchos se llevaban un trozo de su hábito como recuerdo; otros tocaban medallas y rosarios a su cuerpo.
Poco tiempo después de la muerte de Serra, el Guardián del Colegio de San Fernando escribía al Provincial de los Franciscanos en Mallorca: "Murió como un justo en tales circunstancias, que todos los que estaban presentes derramaban tiernas lágrimas".
"Pensaban que su bendita alma subió inmediatamente al Cielo a recibir la recompensa de la intensa e ininterrumpida labor de 34 años, sostenido por nuestro amado Jesús, al que siempre tenía en su mente, sufriendo aquellos inexplicables tormentos por nuestra redención".
"Fue tan grande la caridad que manifestaba, que causaba admiración no sólo en la gente ordinaria, sino también en personas de alta posición. Proclamaban todos, que ese hombre era un Santo y sus obras las de un apóstol".
El 14 de septiembre de 1987, el Papa Juan Pablo II tuvo un encuentro con los Indios nativos americanos en Fénix, Arizona, durante el cual alabó los esfuerzos de Serra para proteger a los indios contra la explotación.
Tres días más tarde, el Papa visitó la tumba de Junípero en la Misión de San Carlos Borromeo, y recordó la representación de Serra en 1773 en favor de los indios de California.
Juan Pablo II dijo que el Beato y sus misioneros compartían la convicción de que "el Evangelio es un asunto de vida y de salvación".
"Ellos estimaban que al ofrecer a Jesucristo a la gente, estaban haciendo algo de un valor, importancia y dignidad inmensos". Esta convicción los sostenía «frente a cualquier vicisitud, desazón y oposición».

El mismo Juan Pablo II beatificó solemnemente en Roma a Fray Junípero Serra, el 25 de septiembre de 1988.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Historia y Leyenda de Santiago en España


1.1 ¿Por qué se asocia el apóstol Santiago, llamado en la Biblia "el mayor" con España? Hay una página (http://www.red2000.com/spain/santiago/1histor.html) que nos lo explica.

1.2 En el Noroeste de España, en la céltica y verde Galicia, a la que los romanos llamaron "Finis Terrae", por ser el extremo más occidental del mundo hasta entonces conocido, cuenta la tradición que estuvo el Apóstol Santiago, como llaman los españoles a Jacob el hijo de Zebedeo y hermano de Juan el Evangelista.

1.3 Cuentan las confusas narraciones de los primeros años de la cristiandad que a él le fueron adjudicadas las tierras españolas para predicar el Evangelio, y que en esta tarea llegó hasta la desembocadura del río Ulla. Sin embargo con poco éxito y escaso número de discípulos, decidió su vuelta a Jerusalén.

1.4 Cuando regresó a Palestina, en el año 44, fue torturado y decapitado por Herodes Agripa, y se prohibió que fuese enterrado. Sin embargo sus discípulos, en secreto, durante la noche trasladaron su cuerpo hasta la orilla del mar, donde encontraron una barca preparada para navegar pero sin tripulación. Allí depositaron en un sepulcro de mármol el cuerpo del apóstol que llegaría tras la travesía marítima, remontando el río Ulla hasta el puerto romano, en la costa Gallega, de Iria Flavia, la capital de la Galicia romana. Allí enterraron su cuerpo en un compostum o cementerio en el cercano bosque de Liberum Donum, donde levantaron un altar sobre el arca de mármol.

1.5 Tras las persecuciones y prohibiciones de visitar el lugar, se olvidó la existencia del mismo, hasta que en el año 813 el eremita Pelayo observó resplandores y cánticos en el lugar. En base a este suceso se llamaría al lugar Campus Stellae, o Campo de la Estrella, de donde derivaría al actual nombre de Compostela.

1.6 El eremita advirtió al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, quien después de apartar la maleza descubrió los restos del apóstol identificados por la inscripción en la lápida. Informado el Rey Alfonso II del hallazgo, acudió al lugar y proclamó al apóstol Santiago patrono del reino, edificando allí un santuario que más tarde llegaría a ser la Catedral. A partir de esta declaración oficial los milagros y apariciones se repetirían en el lugar, dando lugar a numerosas historias y leyendas destinadas a infundir valor a los guerreros que luchaban contra los avances del Al-Andalus y a los peregrinos que poco a poco iban trazando el Camino de Santiago.


1.7 Una de ellas narra como Ramiro I, en la batalla de Clavijo, venció a las tropas de Abderramán II ayudado por un jinete sobre un caballo blanco que luchaba a su lado y que resultó ser el Apóstol. A partir de entonces surgió el mito que lo convirtió en patrón de la reconquista.

1.8 A partir del s. XI Santiago ejerció una fuerte atracción sobre el cristianismo europeo y fue centro de peregrinación multitudinaria, al que acudieron reyes, príncipes y santos.

1.9 En los s. XII y XIII, época en que se escribió el "Códice Calixtino"; primera guia del peregrino, la ciudad alcanzó su máximo esplendor. El Papa Calixto II concedió a la Iglesia Compostelana el "Jubileo Pleno de del Año Santo" y Alejandro III lo declaró perpetuo, convirtiendose Santiago de Compostela en Ciudad Santa junto a Jerusalén y Roma. El Año Santo se celebra cada vez que la festividad del Apóstol, el 25 de Julio, cae en Domingo.

2. ¿Quién era Santiago, el Mayor?

2.1 El apóstol que la tradición cristiana llama Santiago el Mayor era uno de los dos hijos de Zebedeo y Salomé; su hermano fue Juan el Evangelista, también apóstol. 

2.2 Invitado por Jesús "junto a su hermano e inmediatamente después de Pedro y Andrés- a hacerse “pescador de hombres", fue uno de los apóstoles que tuvo una relación más íntima y cercana con el hijo de Dios. 

2.3 Le acompañó en los primeros días de la difusión de la palabra; estuvo presente en el Monte de los Olivos recibiendo de los labios de Jesús el anuncio de la destrucción del templo de Jerusalén, de la completa ruina de la ciudad y de las catástrofes que precederán al final de los tiempos; y fue testigo de la última aparición de Jesús en Galilea tras su resurrección. 

2.4 Murió, entre los años 41 y 44, decapitado por orden de Herodes Agripa I, cuando el rey de los judíos, en un intento postrero e inútil de conseguir la confianza de Roma, intensificó la persecución de las primeras comunidades cristianas.


2.5 Según la tradición, a la muerte de Jesús los apóstoles se repartieron los lugares en que debían predicar, correspondiéndole a Santiago España y las regiones occidentales.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Están es sus manos

Están en las manos de Dios!

JMRR/ Esto para aquellos que no creen en Dios, que no creen en la resurrección, que no tienen fe. 

Nuestros seres queridos no desaparecieron en la oscuridad de la nada: la esperanza nos asegura que ellos están en las manos buenas y fuertes de Dios. El amor es más fuerte que la muerte. Por esto el camino es hacer crecer el amor, hacerlo más sólido, y el amor nos custodiará hasta el día en el cual cada lágrima será secada, cuando no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor (Ap 21,4).

Si nos dejamos sostener por esta fe, la experiencia del luto puede generar una más fuerte solidaridad de los vínculos familiares, una nueva apertura al dolor de otras familias, una nueva fraternidad con las familias que nacen y renacen en la esperanza. Nacer y renacer en la esperanza, esto nos da la fe.

Quisiera subrayar la última frase del Evangelio que hoy hemos escuchado. Después que Jesús trae de nuevo a la vida a este joven, hijo de la mamá que era viuda, dice el Evangelio: "Jesús lo restituyó a su madre". ¡Y ésta es nuestra esperanza! ¡Todos nuestros seres queridos que se han ido, todos el Señor los restituirá a nosotros y con ellos nos encontraremos juntos y esta esperanza no decepciona! Recordemos bien este gesto de Jesús; "Y Jesús lo restituyó a su madre". ¡Así hará el Señor con todos nuestros seres queridos de la familia!

Esta fe nos protege de la visión nihilista de la muerte, como también de las falsas consolaciones del mundo, de modo que la verdad cristiana no corra el riesgo de mezclarse con mitologías de varios géneros cediendo a los ritos de la superstición, antigua o moderna” (Benedicto XVI, Ángelus del 2 de noviembre 2008).

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Las 4 claves de la Biblia para superar la muerte de un ser querido

Las 4 claves de la Biblia para superar la muerte de un ser querido


Cuando fallece un ser querido, queda en nosotros un sentimiento de soledad y desconcierto. Al pensar que algún día vamos a experimentar la muerte, también nos llenamos de desasosiego. Muchas preguntas vienen a nuestra mente: ¿Qué pasa con los que mueren? ¿Acaba todo con la muerte? ¿Hay algo nuestro que sobreviva a este desenlace tan dramático? ¿Volveremos a reunirnos con los seres que amamos? ¿Qué relación podemos tener con aquellos que están ausentes físicamente porque han fallecido?  
  
Pues bien, la Biblia, que contiene la Palabra de Dios, nos da respuestas esperanzadoras: 
  
1. "No todo acaba con la muerte física"
  
Perece nuestro cuerpo, pero nuestra alma, nuestro espíritu, no deja de existir, pues es inmortal. 
  
El autor del libro bíblico de la Sabiduría responde al pesimismo de quienes piensan que “vinimos al mundo por obra del azar, y después será como si no hubiéramos existido” y a la desesperanza de los que afirman que cuando se apaga la vida, “el cuerpo se convierte en ceniza, y el espíritu se esfuma como aire inconsistente” recordándonos que “Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser”.
  
 Jesús puede afirmar que Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven por él” (Lc 20, 38). 
  
Como podemos notar, nuestros familiares y amigos difuntos continúan relacionándose con Dios. Por eso, para un católico, de ninguna manera resultan extrañas estas palabras de san Pablo: 
  
"Porque para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. Pero si seguir viviendo en este mundo va a permitir un trabajo provechoso, no sabría qué elegir. Me siento presionado por ambas partes: por una, deseo la muerte para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor (Flp 1, 21-23)." 
  
Esto está en armonía con las palabras que dijo Jesús a uno de los malhechores crucificados junto a él: 
  
"Jesús le dijo: -Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23, 43)."

2. "No se termina nuestra relación con nuestros familiares difuntos"
  
Teniendo presente que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, podemos decir que no cesa nuestra relación con los que han fallecido. 
  
Note usted que, en la Jerusalén celestial, además de innumerables ángeles, está "la asamblea en fiesta de los primeros ciudadanos del cielo"; y que rodean a Dios, juez universal, "los espíritus de los justos que ya alcanzaron su perfección". 
  
Nosotros podemos pedirle a Dios que nos conceda tomar conciencia de que nuestros seres queridos no nos han abandonado, puesto que como una nube nos envuelven.
  
Esta puede ser nuestra oración: “¡Señor, ábreme los ojos para que pueda percibir que mis seres queridos que han muerto, no me han abandonado del todo; que tome conciencia de que su presencia me envuelve como una nube! ¡Señor, ábreme los ojos para que vea!”. 
  
3. "La muerte física es transitoria: ¡Resucitaremos!"
  
La muerte física es dolorosa. Nuestro Señor lloró ante la muerte física de su amigo Lázaro (Jn 11, 35-36), a quien amaba entrañablemente (Jn 11, 36). Pero ante el drama que supone la muerte de un ser querido, Jesús se nos presenta como la resurrección y la vida (Jn 11, 1-44): 
  
"Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá. ¿Crees esto? (Jn 11, 25-26)." 
  
Por eso no hay lugar para una tristeza sin esperanza: 
  
De ahí la importancia que los católicos damos a la Eucaristía, donde escuchamos la Palabra de Dios y nos alimentamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo, pues esto nos permite estar unidos íntimamente a Jesús y nos posibilita nuestra futura resurrección: 
  
"El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él. Como el Padre que me envió posee la vida y yo vivo por él, así también, el que me coma vivirá por mí (Jn 6, 54-57)." 
  
4. "Nos volveremos a reunir con nuestros seres queridos"
  
Es una esperanza que brota de la Sagrada Escritura y un anhelo que se encuentra en nuestros corazones. La experiencia de los siete hermanos y su madre, martirizados durante la insurrección macabea (2Mac 7), da cauce a este deseo y suscita una esperanza confiada: 
  
"Tanto insistió el rey, que la madre accedió a convencer a su hijo. Se inclinó hacia él, y burlándose del cruel tirano, dijo al niño en su lengua materna: -Hijo mío, ten piedad de mí, que te he llevado en mi seno nueve meses, te he amamantado tres años, te he alimentado y educado hasta ahora. Te pido, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra y lo que hay en ella: que sepas que Dios hizo todo esto de la nada y del mismo modo fue creado el ser humano. No temas a este verdugo; muéstrate digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo te recobre con ellos en el día de la misericordia (2Mac 7, 26-29)." 
  
Como puede verse, esta valiente madre tiene la firme esperanza de recobrar a sus hijos en el día de la misericordia 
  
A modo de conclusión
  
Estas respuestas esperanzadoras que nos da la Palabra de Dios, deben proporcionarnos consuelo y fortaleza en los momentos de duelo por el fallecimiento de un ser querido y serenidad y confianza ante la perspectiva de nuestro propio fallecimiento.
 

martes, 8 de septiembre de 2015

7 frases de la Torá que te van a cambiar la visión sobre tu pareja



lunes, 7 de septiembre de 2015

San Agustín de Hipona

San Agustin de Hipona

Todos sabemos lo que fue su vida antes de tomar la vida religiosa y los esfuerzos que hizo su Madre, Santa Mónica. Pero: 

 Qué nos enseña su vida?
    • A pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión.
    • Aunque tengamos pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón.
    • El ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.
    • Ante su conflicto entre los intereses mundanos y los de Dios, prefirió finalmente los de Dios.
    • Vivir en comunidad, hacer oración y penitencia, nos acerca siempre a Dios.
    • A lograr una conversión profunda en nuestras vidas.
    • A morir en la paz de Dios, con la alegría de encontrarnos pronto con Él.

San Agustín de Hipona, día del abuelo y el aniversario del fallecimiento de Papá, marcan el 28 de Agosto como un día muy especial. 

viernes, 4 de septiembre de 2015

Indicaciones sobre el jubileo

El Papa ha escrito una carta con algunas indicaciones ante la proximidad del Jubileo de la Misericordia.

Al venerado hermano

La cercanía del Jubileo extraordinario de la Misericordia me permite centrar la atención en algunos puntos sobre los que considero importante intervenir para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios para todos los creyentes. 

* Mi pensamiento se dirige, en primer lugar, a todos los fieles que en cada diócesis, o como peregrinos en Roma, vivirán la gracia del Jubileo. 
* Con el Padre que acoge y perdona, olvidando completamente el pecado cometido. 
*Para vivir y obtener la indulgencia los fieles están llamados a realizar una breve peregrinación hacia la Puerta Santa, abierta en cada catedral o en las iglesias establecidas por el obispo diocesano y en las cuatro basílicas papales en Roma.
*Será necesario la profesión de fe y  la oración por mí y por las intenciones que llevo en el corazón para el bien de la Iglesia y de todo el mundo.

*Pienso, en los enfermos y las personas ancianas y solas, a menudo en condiciones de no poder salir de casa. 
*Para ellos será de gran ayuda vivir la enfermedad y el sufrimiento como experiencia de cercanía al Señor para dar sentido al dolor y a la soledad. *Participando en la santa misa y en la oración comunitaria, también a través de los diversos medios de comunicación, será para ellos el modo de obtener la indulgencia jubilar. 
*Mi pensamiento se dirige también a los presos, que experimentan la limitación de su libertad. En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa. 

*En las obras de misericordia corporales y espirituales. 
*Cada vez que un fiel viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar.

*La indulgencia jubilar, por último, se puede ganar también para los difuntos.
*De igual modo que los recordamos en la celebración eucarística, también podemos, en el gran misterio de la comunión de los santos, rezar por ellos. 

* Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión.
* El perdón de Dios no se puede negar a todo el que se haya arrepentido, 
* También por este motivo he decidido conceder a todos los sacerdotes para el Año jubilar,  la facultad de absolver del pecado del aborto a quienes lo han practicado y arrepentidos de corazón piden por ello perdón. 

* Una última consideración se dirige a los fieles que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X. ( Fundados por Marcel Lefebre) Este Año jubilar de la Misericordia no excluye a nadie.  por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados.

Confiando en la intercesión de la Madre de la Misericordia, encomiendo a su protección la preparación de este Jubileo extraordinario.

Vaticano, 1 de septiembre de 2015.

Francisco

la carta completa la pueden leer en