¿Y si durmieras? ¿Y si
en tu sueño, soñaras? ¿Y si soñaras que ibas al cielo y allí recogías una
extraña y hermosa flor? ¿Y si cuando despertaras tuvieras la flor en tu mano? ¿Ah,
entonces qué? (Coleridge, Samuel Taylor).
Ya hace muchos años vi con claridad
meridiana un criterio que será siempre válido: el ambiente de la sociedad, con
su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de
vivir y de propagar la verdad eterna del Evangelio: en la misma entraña de la
sociedad, del mundo, los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como
linternas en la oscuridad. (Escrivá de Balaguer, San Josemaría, Surco, 318)
Un Estado en que la ley depende del
capricho del soberano y por sí misma no tiene fuerza -–dice Platón– está, está
muy cerca de su ruina. En cambio, donde la ley es señor sobre los señores, y
éstos son sus servidores, allí veo florecer la dicha y la prosperidad que los
dioses otorgan a los hombres (10 Leyes, Revista Prudentia Iuris, Barbieri. 2007)
Todo arte y toda investigación científica, lo mismo que toda acción y elección parecen tender a algún bien; y por ello definieron con toda pulcritud el bien los que dijeron ser aquello a que todas las cosas aspiran". ……Siendo como son en gran número las acciones y las artes y ciencias, muchos serán por consiguiente los fines. Así, el fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el navío; el de la estrategia, la victoria, y el de la ciencia económica, la riqueza. (Foucé, 2001 libro 1,1).
Siendo, pues, de dos especies la
virtud: intelectual y moral, la intelectual debe sobre todo al magisterio su nacimiento
y desarrollo, y por eso ha menester de experiencia y de tiempo, en tanto que la
virtud moral (ética) es fruto de la costumbre (éthos), de la cual ha tomado su
nombre por una ligera inflexión del vocablo (éthos). (Fouce, 2001 libro 2,1)
La virtud es, por tanto, un hábito selectivo, consistente en una posición intermedia para nosotros, determinada por la razón y tal como la determinaría el hombre prudente. Posición intermedia entre dos vicios, el uno por exceso y el otro por defecto. Y así, unos vicios pecan por defecto y otros por exceso de lo debido en las pasiones y en las acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por lo cual, según su sustancia y la definición que expresa su esencia, la virtud es medio, pero desde el punto de vista de la perfección y del bien, es extremo. (Fouce, 2001 libro 2, 6)
Sobre Tomás Moro, Juan Pablo II ([L'Osservatore
Romano, edición semanal en lengua española, del 3-XI-2000] comenta:
En este contexto es útil
volver al ejemplo de santo Tomás Moro, que se distinguió por la constante
fidelidad a las autoridades y a las instituciones legítimas, precisamente
porque en ellas quería servir, no al poder, sino al ideal supremo de la
justicia. Su vida nos enseña que el gobierno es, antes que nada, ejercicio de
virtudes. Convencido de este riguroso imperativo moral, el Estadista inglés
puso su actividad pública al servicio de la persona, especialmente si era débil
o pobre; gestionó las controversias sociales con exquisito sentido de equidad;
tuteló la familia y la defendió con gran empeño; promovió la educación integral
de la juventud. El profundo desprendimiento de honores y riquezas, la humildad
serena y jovial, el equilibrado conocimiento de la naturaleza humana y de la
vanidad del éxito, así como la seguridad de juicio basada en la fe, le dieron
aquella confiada fortaleza interior que lo sostuvo en las adversidades y frente
a la muerte. Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una
vida de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo.
Pero ninguno de nosotros acusa por ello a la naturaleza del hombre. Los deseos, y otras pasiones del hombre, no son en sí mismos pecado. No lo son tampoco las acciones que proceden de estas pasiones, hasta que conocen una ley que las prohíbe. Lo que no pueden saber hasta que haya leyes. Ni puede hacerse ley alguna hasta que hayan acordado la persona que lo hará. (Leviatán, XIII. Escohotado. 1980).
Siendo la voluntad más amplia que el
entendimiento no la contengo dentro de los mismos límites que éste, sino que
extiendo también a las cosas que no entiendo, y, siendo indiferente a éstas, se
extravía con facilidad, y escoge el mal en vez del bien, o lo falso en vez de
lo verdadero. Y ello hace que me engañe.” (Sobrino 2005).
...con el fin de no permanecer irresoluto en todas mis acciones mientras la razón me obligase a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir desde luego lo más felizmente que pudiese, me formé una moral provisional que consistía solamente en tres o cuatro máximas que voy a exponer.
Consistía la primera en obedecer las leyes y costumbres de mi país (...).
Mi segunda máxima fue la de ser lo más firme y resuelto que pudiese en mis acciones y seguir con tanta constancia en las opiniones más dudosas, una vez resuelto a ello, como si fueran muy seguras. (...)
Mi tercera máxima fue procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna y alterar mis deseos antes que el orden del mundo (...).
En fin, como conclusión de esta moral, tuve la idea de pasar revista a las ocupaciones diversas que los hombres tienen en esta vida para tratar de elegir la mejor; y sin que por eso quiera decir nada de las demás, pensé que nada mejor podía hacer que continuar en la que tenía, es decir, aplicar mi vida entera al cultivo de mi razón y adelantar todo lo posible en el conocimiento de la verdad según el método que me había prescrito. (Discurso del método, tercera parte)(García Morente. 2000)
El hombre, por su caída, perdió su
estado de inocencia y su imperio sobre la creación, pero una y otra pérdida
puede, en parte, repararse en esta vida, la primera por la religión y la fe, la
segunda por las artes y las ciencias. (Rojas 2008)
No estar sometido a más poder
legislativo que el establecido de común acuerdo, ni al dominio de otra voluntad
ni a la limitación de más ley que la que éste poder legislativo establezca de
acuerdo con la confianza depositada en él.(II, 4, 22). Locke citado por
(Giménez, 2008).
Lo que origina y constituye de hecho
una sociedad política no es sino el consentimiento de un número de hombres
libres capaces de formar una mayoría [...]. Esto y sólo esto es lo que da o
podría dar origen a cualquier gobierno legítimo. Locke citado por (Giménez,
2008).
El único fin del Creador no es ni la moralidad del hombre por sí misma, ni la felicidad sola, sino el supremo bien posible en el mundo, que consiste en la reunión y concordancia de ambas (López Barrientos, 2006).
Me parece que en ética, al igual que
en todas las demás ramas filosóficas, las dificultades y desacuerdos, de los
que su historia está llena, se deben principalmente a una causa muy simple, a
saber: al intento de responder a preguntas sin descubrir primero cuál es la pregunta
que se quiere responder. (Fouce, 2001)
Muchos cristianos han perdido el convencimiento de que la integridad de Vida, reclamada por el Señor a sus hijos, exige un auténtico cuidado en realizar sus propias tareas, que han de santificar, descendiendo hasta los pormenores más pequeños. (Escrivá de Balaguer, 1960. Pág. 98).
Convenceos de que la vocación profesional es parte esencial, inseparable, de nuestra condición de cristianos. El Señor os quiere santos en el lugar donde estáis, en el oficio que habéis elegido por los motivos que sean: a mí, todos me parecen buenos y nobles —mientras no se opongan a la ley divina (Escrivá de Balaguer, 1960. Pág. 104).
Dios no acepta las chapuzas. No
presentaréis nada defectuoso, nos amonesta la Escritura Santa,
pues no sería digno de Él. Por eso, el trabajo de cada uno, esa labor que ocupa
nuestras jornadas y energías, ha de ser una ofrenda digna para el Creador,
operatio Dei, trabajo de Dios y para Dios: en una palabra, un quehacer
cumplido, impecable. (Escrivá de Balaguer, 1960 Pág. 98).
Hemos de convencernos, por lo tanto, de que el trabajo es una estupenda realidad, que se nos impone como una ley inexorable a la que todos, de una manera o de otra, estamos sometidos, aunque algunos pretendan eximirse. Aprendedlo bien: esta obligación no ha surgido como una secuela del pecado original, ni se reduce a un hallazgo de los tiempos modernos. Se trata de un medio necesario que Dios nos confía aquí en la tierra, dilatando nuestros días y haciéndonos partícipes de su poder creador, para que nos ganemos el sustento y simultáneamente recojamos frutos para la vida eterna: el hombre nace para trabajar, como las aves para volar. (Escrivá de Balaguer, 1960 Pág. 100).
Todos los que estamos
aquí, manteniendo un diálogo personal con Jesús, desempeñamos una ocupación
bien precisa: médico, abogado, economista... Pensad un poco en los colegas
vuestros que destacan por su prestigio profesional, por su honradez, por su
servicio abnegado: ¿no dedican muchas horas en la jornada —y aun en la noche— a
esa tarea? ¿No tenemos nada que aprender de ellos? (Escrivá de Balaguer, 1960
Pág. 344).
En todo el mundo con frecuencia se nos describe como sociedades corporativas. Si esto es así y la corporación ha sido considerada como corrupta, debemos suponer como consecuencia lógica que la sociedad también lo es. (Ética de los negocios, Diana, México)
Los hábitos y las virtudes
intelectuales se aprehenden de manera fundamental, aunque no única, en la
familia. Las empresas deben detectar esos hábitos y virtudes, que la empresa
requiere para su ideario y su misión, entre las condiciones de las personas que
debe contratar, o detectar al menos la semilla de su posible crecimiento.
Después, en la dinámica del trabajo, debe hacer florecer esa semilla en la
dinámica de la labor misma, para lo cual se requiere mantener, reiteradamente,
un clima laboral semejante al ambiente familiar que se produce en las buenas
familias. (Llano Cifuentes, 2002)
Conciliar el trabajo con
la vida familiar permitirá un beneficio doble: hacer eficaz a la familia y
fecunda a la empresa, ya que es el mismo hombre quien las vive y las crea.
(Llano Cifuentes, 2002)
Hoy día hay una exigencia de la sociedad en torno de los derechos humanos, cuidado del medio ambiente, combate a la corrupción, trabajo digno, entre otros, que obligan a las empresas, y para ser más precisos, a los empresarios, a considerar la ética en sus decisiones, lo cual implica tener como referente primordial la llamada ética cívica, conciencia moral alcanzada por la sociedad, es decir, principios y valores universales mínimos compartidos. (Limón Suarez, 2006. Pág. 3).